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Homenaje a
Roland Jeangros
Siempre nos impulsó a pensar por nosotros mismos, a oponernos a imposiciones externas que quieren determinar nuestro camino, pues sembró en nosotros la firme convicción de que la verdad y la felicidad son una búsqueda propia, que tiene riesgos, sí, pero que, ante todo, es lo que llena de sentido nuestra vida.
Foto cortesía de Miguel Zapata y Libia Zapata
El Proyecto
​Si entendemos el ser humano como un ser racional, que vive en sociedad y está en busca de la verdad, la belleza y la felicidad, podemos comprender la idea de educación que tenía Jeangros: dar a la persona la posibilidad de encontrar las herramientas necesarias para que construya su identidad.
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Ya desde la filosofía griega, la pregunta por qué es el ser humano y cuál es el sentido de su vida ha determinado el desarrollo del pensamiento en todas sus manifestaciones, en el intento de buscar una respuesta satisfactoria y coherente que, sin embargo, dada la volubilidad de la historia, siempre es provisional. Pero el pensamiento jamás se detiene, y el ser humano siempre busca nuevos caminos para comprender su historia, su medio, su tiempo, y darle una nueva respuesta a la pregunta fundamental.
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En este sentido, la cultura, como manifestación del pensamiento en un momento histórico concreto, es una forma de vida. Esto implica un modo de relacionarse con los demás, un compromiso con el desarrollo de la literatura, de la historia, de la filosofía, de la ciencia, en una palabra: de la civilización. Por eso, es fundamental que el ser humano comprenda las intersecciones entre el conocimiento y tenga una visión crítica de la realidad, para poder construir su identidad personal y un sistema de valores y aptitudes que le permitan establecer relaciones humanas y sociales que promuevan su desarrollo personal y el de la comunidad en la que vive.
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Así pues, la educación es un proceso en el que se debe suscitar en el estudiante la búsqueda de herramientas para que corra el riesgo de pensar por sí mismo, en aras de su libertad, para que no se deje arrastrar por ideologías que le son impuestas desde afuera y que pretenden darle una identidad sin fundamento. En este proceso son esenciales la sencillez, que no es lo mismo que superficialidad, y la austeridad, para buscar siempre lo esencial y verdadero; el criterio de realidad, que va en contra de lo provisional de la apariencia.
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Una educación humanista, entonces, favorece la formación literaria, histórica, filosófica y científica adecuada para comprender el papel del individuo en el desarrollo de la civilización y la construcción de la identidad personal y social. Le proporciona las herramientas necesarias para comprender el valor de las manifestaciones artísticas en su contexto histórico; le enseña a tener experiencias de comunicación con otras culturas en una perspectiva intercultural.
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Por eso hemos querido hacer este homenaje a Monsieur, para animar a los jóvenes a que sigan su propio camino, a que se arriesguen a buscar más allá de lo evidente, a ensanchar los límites con los que se tropiecen. Y lo hacemos compartiendo nuestra experiencia de vida. Es la experiencia de cuatro réfousianos que se han dedicado a construir su identidad, a dar sentido a su búsqueda de la verdad y la felicidad desde cuatro áreas distintas: Andrés Villaveces, desde las matemáticas; Gaspar Hoyos, desde la música; Carolina Salamanca, desde la filosofía; Adolfo Sánchez, desde la educación. Son experiencias de vida guiadas por esa idea de ser humano que tenía Jeangros, por su anhelo humanista de encontrar el sentido de la vida.
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Los textos que componen este homenaje nos darán elementos para seguir pensando quién fue Monsieur y de qué manera el Réfous encarna lo que fue. Y este ejercicio de repensar a Monsieur y su forma de hacer concretas sus ideas nos ayudará a nutrirnos del Réfous para mantener vivas la curiosidad, la rebeldía, el deseo de encontrar la verdad, la felicidad y la belleza.
Carolina Salamanca