Música
Gaspar Hoyos
Celebraciones
Hace muchos años, por allá en Suba, empecé inocentemente a tocar flauta. Así era en el Colegio Réfous. El que tenía ganas de aprender un instrumento podía hacerlo. El que quisiera cantar, podía integrar el coro del colegio. Hacíamos teatro, dibujábamos, hacíamos esculturas. Todo eso nos llevó a comprender que las artes son centrales en la vida del ser humano.
Cuando empecé a tocar flauta, Monsieur Jeangros me permitía que fuese a estudiar las escalas y los arpegios durante las horas de clase. Mientras mis compañeros estaban en clase de Química o de Filosofía, yo estaba tocando flauta en un salón vacío. Ahora me doy cuenta de la esencia de su gesto: Yo no estaba “capando clase”. No señor. Estaba estudiando. Y estudiaba duro. Con ese sencillo gesto, Monsieur Jeangros me mostró que, quien quisiera sobresalir, y lograr la excelencia en un campo tan difícil como la música, se obligaba a sí mismo a estudiar día a día, durante horas y horas; comprometerse consigo mismo y entregarse del todo. ¡Con lealtad y con amor! ¡Con fuerza!
La noción de superación era clave en el Réfous. Y esa noción es un tesoro en la vida del ser humano. Superarse frente a la adversidad. Vencer los obstáculos. Enfrentar cada situación. Analizarla sin miedo. Salir adelante. Así de simple. A la lucha diaria por la superación, los Réfousianos le podemos añadir a la receta de nuestra vida, el tener ideales. Ideales personales, ideales en la familia, ideales en el trabajo, ideales para la comunidad, para la sociedad, para el planeta.
Superarse, fantasear. Es claro que en la música todo esto me ha llevado por un camino muy bello. Hace casi 35 años que toco flauta, y aún siento que cada día nuevo me ofrece un sinfín de posibilidades que quiero explorar, tocar, moldear, hacer, deshacer y volver a hacer. Mi manera de tocar flauta cambia como cambia un paisaje día tras día, y así hago música con un infinito placer desde hace tanto tiempo.
Superarse. Abrigar ideales. Nunca fueron estas dos nociones más importantes para mí, que hace diez años, cuando en unos pocos días mi motricidad y mi sensibilidad se vieron muy afectadas; prácticamente desaparecieron. No caminaba. No sentía mi piel, mi cuerpo. Sobrevino un hormigueo en mis manos y piernas; mis dedos no lograban moverse lo suficientemente para ejecutar la partitura de Debussy que estábamos tocando en la orquesta. Después de mucho buscar, en el hospital declararon que yo tenía esclerosis múltiple. Durante 6 meses tuve dificultades; no pude caminar, ni escribir; y, obvio, me fue absolutamente imposible tocar la flauta.
Después de cinco días en el hospital, me dieron de alta. Empezó entonces un encierro en casa que duraría casi seis meses. Mi primer confinamiento. Seis meses en los que concentré toda mi energía en superarme. Superarme gracias a mis sueños. A mis ideales. Y cuando uno está así: que no puede caminar, no puede escribir, no puede hacer tareas, no puede salir al trabajo, ni a pasear las calles… ¿cuáles son los ideales? ¿Los sueños? ¿Los proyectos? ¿Las fantasías?
Queda claro que en esos momentos de desasosiego, el verbo HACER perdió para mí todo su sentido. ¿Cuál verbo renació entonces? ¡El verbo SER! Superarse frente a la adversidad. Vencer los obstáculos. Confrontar la situación. Analizarla sin miedo. Salir adelante. Así de simple. Y sin poder HACER casi nada ¿Cuál puede ser el ideal? La respuesta ni tuve que buscarla, pues me llegó así de frente, imparable, evidente y luminosa como una gran verdad: el AMOR. Ser y amar. Sublimes ideales.
Diez años después, vivo una vida normal. Ser y amar son mis objetivos principales. Con esos dos objetivos en mente se siente la fuerza de la vida de una manera única. Ser y amar son dos elementos que pueden aportarle fuerza, energía y dinámica positiva a la persona, a la pareja, a la familia, al grupo, a la comunidad, a la sociedad. Mi vida cambió del todo gracias a eso que acabo de explicar.
Existe una palabra para explicar esto que sucede: Resiliencia.
La resiliencia es la capacidad humana de superar las adversidades de la vida.
Yo pienso que podemos ir más lejos, y que, después de haber superado el obstáculo, nuestros ideales y sueños nos permiten crecer y desarrollar nuestras capacidades, amar, ser más optimistas, más altruistas. Así lo viví en estos años. Ser capaces de compasión. Tener la fuerza de amar más y más. Sueño así con la transformación de la sociedad, después de que ésta haya superado ese obstáculo invisible llamado COVID-19.
Cualquier adversidad, cualquier obstáculo, son la oportunidad para comenzar una revolución invisible. La transformación del ser, la evolución de la vida. Celebremos las plantas que florecen, el cielo que cambia de color. Celebremos la lectura de un libro, el aprendizaje de un nuevo gesto. Celebremos mirar en los ojos a nuestro ser amado, el beso a la madrugada. Celebremos la sonrisa de nuestros hijos, la risa de todos los niños. Celebremos nuestro fiel corazón. Celebramos cada respiración. Celebremos cada instante, olvidando así la improbable noción del tiempo que pasa. ¡Celebremos la vida!
Gaspar Hoyos
Nancy, Francia, 2 de junio de 2020